La película por la que muchos descubrimos en México el mundo cinematográfico de Kim Ki-Duk. Una de las mejores secuencias de este filme sobre el aprendizaje existencial, la culpa, la redención, la búsqueda espiritual. Todo en el marco de un relato que no deja impasible a nadie. De ritmo acompasado, una fotografía generosa, sin peroratas morales, Kim nos regala una obra rotunda, bella, inaprensible, indeleble.
Cine de verano: Río Conchos (Gordon Douglas, 1964)
Hace 1 semana
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